En aquel rincón del restaurante quedaban dos platos de comida por servir, el sushi y la tarta de queso con fresas.
La tarta y el sushi se miraban sin comprender por qué a ellos les había tocado aquel rincón umbrío de la cocina.
La tarta parpadeaba y el sushi abría la boca de aburrimiento. Unas mesas más allá había un plato de cous-cous sólo, que miraba a la tarta desde lejos.
La tarta se hacía la interesante abriendo mucho los ojos y parpadeando. El cous-cous le guiñaba el ojo, ella de ponía ojos golosos.
El sushi flipaba y se preguntaba ¿por qué hoy nadie quiere plato japonés para comer?
Entonces se escuchó al camarero decir: ¡ese plato de cous-cous para la mesa cinco!
La tarta apenada lloraba gotas de nata y queso.
Entonces el sushi sintió que lo mejor que podía hacer era consolarla.
-Tú eres una tarta muy apetecible y yo un plato exótico, somos guay, pero hoy nadie nos quiere –le dijo el sushi.
La tarta lloraba más.
-Seguro que el del plato de cous-cous pide tarta de fresa de postre –añadió el sushi.
Entonces la tarta de fresa dejó de llorar.
Cuando se hizo la hora de cerrar el restaurante, Lucía y Javi, los cocineros se sentaban a comerse su ración de sushi y tarta de queso y fresas diaria.
Texto: Arancha Arnau
buenisimo este cuento!! que absurdo y conmovedor. me encanto, gracias por haber lo compartido!
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